Omeprazol y cáncer gástrico

Descubra los nuevos datos que pueden cerrar la controversia.

Omeprazol y cancer gastrico icadig

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Lo que sabíamos hasta ahora.

Multitud de pacientes en las consultas de un médico digestivo plantean la cuestión de los efectos secundarios de tomar inhibidores de la bomba de protones (IBPs) a largo plazo. El empleo de esta familia de medicamentos de forma crónica, cuyo representante más conocido es el omeprazol, se ha asociado con múltiples eventos adversos. Uno de los más temidos y sobre el que más ríos de tinta se han vertido es el riesgo de desarrollar un cáncer de estómago.

Algunos estudios previos e incluso algún metaanálisis (grandes estudios que combinan los resultados de múltiples investigaciones diferentes que se emplean para obtener una idea más clara de lo que está sucediendo) mostraron una relación entre los IBPs y un riesgo aumentado de cáncer gástrico. Ahora, una nueva investigación pone estos hallazgos en entredicho.

Los orígenes de la confusión.

De entrada, puede haber circunstancias en los que la enfermedad subyacente para la cual se prescribe el IBP esté asociada con desarrollar un cáncer gástrico. Esto puede dar lugar a una falsa asociación entre estos fármacos y el cáncer de estómago. En estadística, esta situación tiene nombre propio: factor de confusión.

Un factor de confusión es un elemento que puede afectar los resultados de un estudio, haciéndolos parecer mejores o peores de lo que realmente son. Es una variable «extra» que no se está considerando al hacer las mediciones, pero que está afectando a los resultados de alguna manera. Estos datos que no se tienen en cuenta pueden favorecer o perjudicar el resultado final.

Por otro lado, un cáncer gástrico aún no diagnosticado también podría causar síntomas que son tratados con IBPs hasta que el médico descubre que hay un cáncer de estómago tras dicha síntomatología. Este también es un factor de confusión.

Por último, los hábitos de vida del paciente también generan confusión si no están bien registrados. Veamos un ejemplo: Un paciente que toma IBPs por una úlcera de estómago, además de tener esa enfermedad puede tener otros factores que aumenten su riesgo de cáncer gástrico, no sólo el uso de IBPs. Si es fumador, bebe alcohol o hace una dieta rica en carnes rojas tendrá más riesgo de desarrollar un tumor maligno del estómago en comparación con otras personas que no toman IBPs.

Equilibrando la balanza de riesgos.

Como hemos visto, si comparamos los riesgos de cáncer gástrico entre los pacientes que toman IBPs y los pacientes sanos, los resultados pueden estar confundidos. Al menos, por no tener en cuenta la indicación.

Los autores de un reciente metaanálisis intentaron reducir este problema comparando los pacientes que tomaban IBPs con otros pacientes que, en lugar de tomar estos fármacos, tomaban antagonistas del receptor de histamina-2 (antiH2). Los antiH2, como la famotidina, a menudo se utilizan para tratar los mismos problemas que los IBPs por lo que podrían servir como buenos comparadores.

Dado que los estudios comparativos que teníamos hasta ahora mostraban resultados contradictorios, un grupo de investigadores italianos de la Universidad Humanitas de Milán, los analizaron todos juntos. Identificaron 2 ensayos clínicos aleatorizados (estudios de intervención donde el tratamiento que se pretende estudiar se asigna al azar y que tienen mayor validez científica) y 12 estudios observacionales (se registra lo que sucede en pacientes que toman un fármaco u otro pero no hay una intervención de los investigadores, asignando el tratamiento al azar. Son estudios de menor calidad). En total se analizaron más de 6 millones de pacientes, el equivalente a toda la población de una ciudad como París.

Sobre los estudios más potentes.

Un ensayo controlado aleatorizado (ECA) incluyó a pacientes sin Helicobacter pylori y úlceras sangrantes. Los investigadores asignaron 138 pacientes a recibir 20 mg diarios de rabeprazol (un IBP) y a otros 132 individuos a 40 mg de famotidina (un antiH2). Después de un año, ninguno de los pacientes desarrolló un cáncer gástrico. El otro ECA reclutó a pacientes sin H. pylori pero con úlceras. Recibieron 30 mg de lansoprazol (otro IBP) 114 pacientes y 40 mg de famotidina los 114 individuos restantes. En los 2 años siguientes, un paciente que recibió famotidina desarrolló un cáncer.

Los autores encontraron varios problemas de diseño en estas investigaciones. Uno muy evidente fue que los períodos de estudio no fueron lo suficientemente largos. El desarrollo de un cáncer gástrico requiere años de evolución y es complicado medir con precisión los efectos que las medicaciones pueden tener cuando el evento que se analiza es infrecuente (pocos pacientes que toman una medicación u otra acaban por desarrollar cáncer gástrico). Los investigadores concluyeron, por tanto, que la evidencia que aportan estos estudios es tan débil que no se pueden sacar conclusiones definitivas.

¿Qué pasó con el resto de los estudios?

Al juntar los datos de los 12 estudios observacionales, los investigadores encontraron que los usuarios de IBP tenían una probabilidad de desarrollar cáncer gástrico que un 30% mayor de cáncer que los usuarios de antiH2. Sin embargo, algunos de estos estudios eran heterogéneos y en muchos de ellos no se habían tenido en cuenta diferentes factores de confusión. En resumen, este riesgo estaba sobreestimado.

En seis de estos estudios observacionales sí se consideraron factores de confusión. Se tuvieron en cuanta la edad, el sexo y al menos dos otros factores que podrían afectar el riesgo de cáncer gástrico. Sus resultados, por tanto, son más creíbles. En ellos se incluyeron un total de 2,5 millones de pacientes y se detectaron más de 7.000 cánceres gástricos. Combinados estos estudios y comparando la probabilidad de desarrollar la enfermedad entre los que tomaban IBP y lo que recibían antiH2, el riesgo de cáncer gástrico no fue significativamente superior en el grupo que tomaba IBP.

¿Habrá estudios con más peso en el futuro?

Los estudios observacionales, por naturaleza, no pueden probar la relación entre una causa y un efecto. Lo ideal sería disponer de un ECA que comparara a pacientes que tomaran uno u otro fármaco, asignado al azar. Después y, tras un seguimiento de muchos años, analizar cuántos en cada rama del estudio desarrollan un cáncer gástrico.

Sin embargo, debido a que el cáncer gástrico es tan raro, este tipo de estudio de IBPs contra AntiH2 puede que nunca llegue a realizarse. El número de pacientes a incluir sería demasiado grande.

Entonces, ¿sigo tomando mi IBP?

En definitiva, dado que el nuevo artículo científico del que hablamos combina múltiples estudios y se han analizado con rigor, los resultados respaldan la recomendación de la Asociación Americana de Gastroenterología (AGA, por sus siglas en inglés) de que «la decisión de suspender los IBPs debe basarse únicamente en la falta de indicación para su uso, y no por preocupación por los efectos adversos asociados con ellos».

Siga, por tanto, tomando su omeprazol (o similar), si su médico le ha dicho que está indicado. No debe tener miedo a acabar desarrollando un cáncer gástrico. Su aparición no parece estar incrementada en los pacientes que toman IBPs, según los estudios científicos más recientes.

¿Le queda alguna duda? Estamos a su disposición para aclarárselas.

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