El estadio del cáncer digestivo en el momento del diagnóstico es el principal factor pronóstico. Mientras la mayor parte de los cánceres precoces pueden curarse, incluso mediante tratamientos mínimamente invasivos, la enfermedad avanzada o metastásica requiere por lo general de cirugías, radio y quimioterapias complejas, y su pronóstico es sustancialmente peor.
Muchos cánceres, y especialmente aquellos en un estadio precoz, no se asocian a ningún síntoma y pueden progresar de forma silente durante meses o incluso años. Su prevención y dianóstico precoz se basa, por lo tanto, en la identificación individualizada de aquellos factores que determinan un mayor riesgo de aparición y el diseño de medidas específicas de prevención.
El aparato digestivo incluye a una amplia variedad de órganos localizados en el tórax, el abdomen y la pelvis. Todos ellos pueden ser el origen de enfermedades neoplásicas.
Entre los más comunes destacan los listados:
La mayor parte aparecen en el segmento adyacente a la unión con el estómago o unión gastroesofágica, en células de morfología columnar, en el contexto de Esófago de Barrett y reflujo gastroesofágico.
Un segundo tipo de tumores, denominados epidermoides o escamosos, aparecen en cualquier segmento del esófago y son más frecuentes en personas con un consumo excesivo de tabaco o alcohol.
Es secundario a la transformación de las células mucosas del recubrimiento interno del estómago. El más común es el “bien diferenciado” o de tipo intestinal, pero existen otras variantes tales como el tipo “difuso o de células en anillo de sello” y los linfomas.
Con menos frecuencia, las capas más profundas de la pared del estómago pueden ser el origen de tumores neuroendocrinos y tumores mesenquimales de diferentes tipos.
El tipo más frecuente de cáncer hepático son las metástasis o siembras de tumores originados en otros órganos abdominales o pélvicos.
Sin embargo, puede surgir también en el hígado. El hepatocarcinoma o cáncer de células hepáticas aparece por lo general en el contexto de la inflamación crónica no tratada como resultado de enfermedades hepáticas como algunas hepatitis virales, o la cirrosis secundaria a enfermedades metabólicas o el consumo excesivo de alcohol.
Es el cáncer con una mayor frecuencia en su incidencia en las últimas décadas. Aparece por lo general en las células del interior de los conductos pancreáticos, en células que recubren lesiones quísticas y, con menor frecuencia, en células neuroendocrinas de los tejidos pancreáticos.
En muchos casos es posible realizar medidas preventivas en personas con riesgo familiar o hereditario.
Aunque menos común que el cáncer colorrectal, cualquier segmento del intestino delgado es susceptible del desarrollo del cáncer, especialmente en personas con antecedentes familiares o síndromes hereditarios de cáncer y aquellos que presentan enfermedades inflamatorias crónicas o enfermedad celíaca no tratada.
La membrana que recubre la cavidad abdominal y todas las vísceras intraabdominales, por lo general secundario a siembras tumorales de otros tumores abdominales o pélvicos, pero que excepcionalmente puede ser primario.
Incluye el cáncer de colon y el cáncer de recto. Es el tipo más común de cáncer diagnosticado en España y otros países desarrollados cuando se consideran hombres y mujeres de forma conjunta. Constituye la segunda causa de muerte por cáncer en hombres tras el cáncer de pulmón y la tercera causa de fallecimiento por cáncer en mujeres tras los cánceres de pulmón y mama.
Su frecuencia y gravedad hacen que todas las Sociedades Científicas internacionales recomienden medidas de prevención y diagnóstico precoz en todas las personas mayores de 50 años.
Se forma en la vesícula biliar, un órgano que almacena la bilis producida por el hígado.
Se origina en el canal anal, que es la última parte del intestino grueso.
Los síntomas asociados al cáncer digestivo son altamente variables dependiendo del órgano en el que aparece e incluso, dentro de un mismo órgano, del segmento afectado.
Por lo general, se recomienda consultar en aquellos casos en los que aparecen síntomas persistentes, que duran semanas, o que empeoran progresivamente.
El dolor abdominal, las náuses y vómitos, los cambios del hábito intestinal, el sangrado con las deposiciones y la pérdida de peso no explicada, requieren una evaluación médica detallada.
El cáncer digestivo es una condición compleja influenciada por diversos factores. Su desarrollo suele ser el resultado de interacciones multifacéticas entre predisposiciones genéticas y factores ambientales.
En este contexto, ciertas prácticas de estilo de vida, como una dieta poco saludable, consumo excesivo de alcohol y tabaquismo, pueden contribuir al riesgo de desarrollar cáncer digestivo. Asimismo, infecciones crónicas, antecedentes familiares de cáncer, la presencia de condiciones médicas preexistentes y la exposición a carcinógenos pueden desempeñar un papel crucial en la iniciación y progresión de estos tipos de cáncer. La comprensión de estas complejas interrelaciones es esencial para la prevención y detección temprana de estas enfermedades, permitiendo intervenciones efectivas para reducir el riesgo y mejorar los resultados de tratamiento.
El primer paso para el diagnóstico es siempre la elaboración de una historia clínica detallada. Las pruebas complementarias para su detección son muy variables dependiendo de la sospecha diagnóstica.
Este procedimiento permite al médico examinar el revestimiento interno del colon y recto en busca de pólipos o signos de cáncer colorrectal.
La gastroscopia, también denominada endoscopia digestiva alta, permite que el médico examine el interior del esófago, estómago y la primera porción del intestino delgado.
Estas pruebas buscan rastros microscópicos, no visibles, a simple vista, de sangre en las heces, lo que puede indicar la presencia de pólipos o cáncer en el colon o recto.
En algunos cánceres digestivos se utilizan marcadores tumorales, o moléculas presentes en la sangre que alertan sobre la posible proliferación excesiva de células tumorales.
Por lo general, su utilización se limita al seguimiento del cáncer y no deben utilizarse como herramienta de diagnóstico precoz en personas asintomáticas.
Existen una amplia variedad de pruebas de imagen con utilidad en el diagnóstico o la valoración de la extensión de los tumores digestivos. Incluyen ecografías, Tomografías computarizadas, resonancias magnéticas y tomografías por emisión de positrones entre otras.
La prevención incluye todas aquellas medidas que tienen como objetivo evitar su aparición. Seguir un estilo de vida saludable es siempre el primer paso. Las medidas que han demostrado una mayor efectividad incluyen:
Consuma una dieta rica en frutas, verduras, granos enteros. Las proteínas procedentes del pescado son también de alto valor nutricional. Limite la ingesta de carnes rojas y de embutidos, así como alimentos ricos en grasas saturadas.
Mantenga un peso saludable a través de una dieta equilibrada y actividad física regular.
Realice actividad física regularmente, al menos 150 minutos de ejercicio moderado por semana.
Limite el consumo de alcohol.
El exceso de alcohol está asociado con un mayor riesgo de varios tipos de cáncer digestivo.
Dejar de fumar y evitar la exposición al humo del tabaco es fundamental para prevenir el cáncer de esófago, estómago, páncreas, colon y otros tipos de cáncer ginecológicos y urinarios.
Si está en riesgo de hepatitis B, considere vacunarse, ya que estas infecciones pueden aumentar el riesgo de cáncer de hígado.
La diabetes mellitus es un factor de riesgo del cáncer colorrectal entre otros. Un tratamiento adecuado, que normalice la glucemia y disminuya el estrés metabólico puede disminuir el nivel de riesgo.
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