El omeprazol y su familia: Cuatro razones para mantenerlos y una para retirarlos

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El omeprazol y sus derivados (pantoprazol, esomeprazol, lansoprazol y rabeprazol) forman parte de una familia de medicamentos denominados inhibidores de la bomba de protones (IBPs). Usted probablemente los conozca como “el protector de estómago”. Se trata de fármacos muy efectivos para el tratamiento de las enfermedades relacionadas con el ácido. Posiblemente, el reflujo gastroesofágico, muy frecuentemente asociado a la hernia de hiato y que puede inducir esofagitis, sea la indicación más frecuente. La gastritis erosiva y las úlceras de estómago o duodeno también forman parte de este grupo de enfermedades denominadas “pépticas”.

Las pautas de duración del tratamiento suelen rondar las ocho semanas para problemas agudos. Sin embargo, no es infrecuente que su uso se prolongue por motivos poco evidentes. Si quiere estar seguro de si toma un IBP de mantenimiento por una buena razón o si debería haberlo suspendido, siga leyendo.

La magnitud del problema.

En los últimos tiempos, el empleo de omeprazol y derivados se ha incrementado. Hasta un 15% de los pacientes han recibido este tratamiento en algún momento. En individuos de más de 70 años, esta cifra sube hasta el 40%. Pero lo más llamativo es que, una vez iniciada su administración, 1 de cada 4 pacientes los siguen tomando al menos 1 año después.
Esto no sería ningún problema si el motivo por el que se mantienen es el adecuado. Sin embargo, hasta en dos tercios de los casos, estos fármacos se indican por motivos poco razonables y durante períodos de tiempo indeterminados. Mucha gente no necesita mantenerlos de forma continuada.

Hablemos de los eventos adversos.

Adicionalmente, se describen de forma cada vez más frecuente, efectos adversos potenciales muy variados. Entre ellos, problemas de función renal, aumento del riesgo de fracturas o demencia. Más recientemente, incluso se ha asociado con una mayor probabilidad de adquirir COVID-19.
Mayoritariamente, estos eventos adversos se han detectado en estudios de baja o moderada calidad científica y no existen datos de alta calidad que establezcan una relación causa-efecto entre el uso de IBP y el evento adverso. Lo que está claro es que, si la indicación del tratamiento es dudosa, por pequeño que sea el riesgo, se maximiza la probabilidad de un daño potencial para los pacientes y se deben suspender.
Sucede lo contrario si están bien indicados como tratamiento de mantenimiento. En esta última situación, no deben suspenderse basándonos en el miedo a los posibles efectos secundarios, ya que la correlación inequívoca IBP-evento adverso, no suele estar ampliamente demostrada. En definitiva, son medicamentos seguros pero deben aportarle valor.
Su médico, por tanto, debe detallarle cuál es el motivo para que los tome, durante cuánto tiempo y, si se deben retirar en algún momento, cuál es el objetivo que debe haberse cumplido para suspenderlos.

¿Tiene molestias de garganta y le han indicado un IBP?.

En ocasiones, su médico de familia, el especialista de digestivo o el otorrino le plantean comenzar tratamiento con omeprazol u otro fármaco similar por síntomas que creen que pueden ser debidos a reflujo gastroesofágico. La tos crónica, la ronquera, el carraspeo o la sensación de globo en la garganta son algunos de ellos.
Pues sepa que la recomendación de la Asociación Americana de Gastroenterología (AGA) es que suspenda el tratamiento. ¿La razón? No hay estudios que hayan demostrado claros beneficios para el paciente en la mayoría de estas situaciones. De hecho, no se deben emplear para tratar la tos, el asma o la laringitis salvo que se pueda establecer una asociación entre los síntomas y la presencia de reflujo mediante una pHmetría (una prueba que detecta el reflujo colocando una sonda en el esófago, a través de la nariz).
Esto se debe a que, en la mayoría de los estudios publicados, el tratamiento con IBP no fue mejor que emplear un fármaco inactivo, esto es, un placebo.

Dosis única o dosis doble.

Aquí las recomendaciones de la AGA también son muy claras. Si se toma doble dosis crónicamente (p.ej. omeprazol a dosis de 40 mg/día), se recomienda reducir los tratamientos de mantenimiento a dosis única (20 mg/día de omeprazol) siempre que sea posible.
Incluso en el esófago de Barrett, una lesión de la mucosa del esófago debida a reflujo y que predispone a cáncer en este órgano, no se ha demostrado que la dosis doble reduzca su extensión ni disminuya su capacidad de malignizar.

Las cuatro razones para mantener los IBP.

El hecho de que no haya que seguir con un tratamiento durante largos períodos de tiempo si no es necesario, no implica que no existan circunstancias en que se deban mantener a largo plazo.
¿Cuáles son? Tome nota porque solo son cuatro, según los expertos: 1.) las complicaciones graves del reflujo. A saber: las esofagitis graves, las úlceras en el esófago, las estenosis (áreas de estrechamiento de la luz del esófago por inflamación crónica) y el esófago de Barrett; 2.) la esofagitis eosinofílica (una enfermedad del esófago propia de gente joven que suelen tener antecedentes de alergias) que haya respondido bien al tratamiento con IBPs, 3.) el síndrome de Zollinger-Ellison: un tumor del área pancreática o duodenal que segrega una sustancia (gastrina) que ocasiona la producción de un exceso de ácido en el estómago y 4.) la fibrosis pulmonar idiopática, un problema que genera cicatrices en los pulmones y que puede deberse a reflujo y paso de contenido ácido a las vías respiratorias.

Mi situación no es ninguna de esas. Puedo suspender el tratamiento.

¡Espere un momento! Antes de retirar un medicamento a las bravas, hay algunas situaciones que se deben tener en cuenta. Y es que la protección que se logra con los IBPs para evitar un sangrado digestivo está muy demostrada.
La situación más clásica es la de estar tomando aspirina y tener más de 60 años. Si el internista, el cardiólogo, el neurólogo o su médico de familia le ha recomendado un omeprazol al día mientras toma Adiro® y supera usted esa edad, no abandone el IBP. Pero esta no es la única situación y hay más factores de riesgo de hemorragia digestiva que se deben tomar en consideración. Por eso, es muy relevante que un gastroenterólogo experto evalúe su situación concreta y revise al detalle los fármacos que está usted tomando.

¿Voy a notar algo si suspendo el tratamiento cuando ya no me hace falta?.

Respuesta corta: Puede que sí. Pero siga leyendo que lo que viene ahora es muy curioso.
Usted puede detectar que le empeoran los síntomas de acidez. Esto es debido al funcionamiento de los IBP. Bloquean el mecanismo que existe en las células parietales del estómago que producen el ácido. Esta producción, a su vez, está regulada por la secreción de gastrina que se fabrica en otras células llamadas “células G” y que están en la parte baja del estómago: el antro. Como el IBP hace que el ácido en el estómago se produzca en menor cuantía, esas células G creen que no están haciendo bien su trabajo. No detectan todo el ácido que deberían percibir.

¿Y qué hacen? Se esfuerzan para producir más gastrina. Esta última, a su vez, estimula la proliferación de las células productoras de ácido. Tendremos, por tanto, más células capaces de generar ácido que cuando no tomamos IPBs. Ahora vamos nosotros y suspendemos el IBP. ¿El resultado? Toda esa gastrina que se ha generado “de más” ahora tiene vía libre para estimular a las células productoras de ácido. Y esa masa de células parietales que producen ácido es mayor. Tenemos nuestro batallón habitual de estas células y, además, han llegado refuerzos. La acidez que había mejorado con el tratamiento puede empeorar. La buena noticia es que suele ser de forma leve y transitoria.
Resolver este inconveniente no es complicado. Temporalmente podemos emplear otros antiácidos o podemos suspender el IBP poco a poco hasta retirarlo por completo. Si los síntomas son intensos y persistentes tras más de 2 meses de haber suspendido el tratamiento, igual hay que reevaluar la situación y plantearse que, en su caso, no es factible retirar la medicación.

¿Suspendo el tratamiento de golpe o poco a poco?.

Pues parece que ambas opciones son razonables. Hay un estudio publicado que comparó la retirada poco a poco (tomando el IBP día sí, día no, durante 3 semanas) o de forma brusca. No se detectaron diferencias entre los dos grupos de análisis ni en la probabilidad de mantenerse sin usar IBPs a los 6 meses ni en el porcentaje de casos que seguían sin síntomas tras la suspensión.

¿Y qué hacen? Se esfuerzan para producir más gastrina. Esta última, a su vez, estimula la proliferación de las células productoras de ácido. Tendremos, por tanto, más células capaces de generar ácido que cuando no tomamos IPBs. Ahora vamos nosotros y suspendemos el IBP. ¿El resultado? Toda esa gastrina que se ha generado “de más” ahora tiene vía libre para estimular a las células productoras de ácido. Y esa masa de células parietales que producen ácido es mayor. Tenemos nuestro batallón habitual de estas células y, además, han llegado refuerzos. La acidez que había mejorado con el tratamiento puede empeorar. La buena noticia es que suele ser de forma leve y transitoria.
Resolver este inconveniente no es complicado. Temporalmente podemos emplear otros antiácidos o podemos suspender el IBP poco a poco hasta retirarlo por completo. Si los síntomas son intensos y persistentes tras más de 2 meses de haber suspendido el tratamiento, igual hay que reevaluar la situación y plantearse que, en su caso, no es factible retirar la medicación.

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